El análisis químico del agua de riego permite obtener información imprescindible sobre el principal insumo que usa un cultivo, en función del tipo de agua de la que dispongamos es posible conocer los cultivos y métodos de manejo óptimo. Se mide a través de la conductividad eléctrica (CE) que expresa la salinidad total, generalmente medido en decisiemens por metro (dS/m) y antes mmhos/cm (tienen las mismas dimensiones).
Maas y Hoffman et al. describen un modelo sobre el efecto de la salinidad en los rendimientos de los cultivos, de donde se deduce que el primer paso para controlar la salinidad, es determinar su nivel de tolerancia o el umbral a partir del cual los rendimientos son afectados directamente por la salinidad en la solución. Los resultados de las aguas de pozo en la costa peruana muestran niveles elevados de sodio (Na+), calcio (Ca++), cloruros (Cl-), sulfatos (SO4-2) y boro (B).
El sodio es un inhibidor del crecimiento, puede ser fácilmente absorbido por las plantas, compite con la absorción de potasio (K+), amonio (NH4+), calcio (Ca++) y magnesio (Mg++), es perjudicial para las plantas, ya que produce severas clorosis, crecimiento reducido y puede producir marchitamiento severo a concentraciones mayores de 150 – 200 ppm. Para mitigar el problema, se sugiere utilizar el nitrato de calcio.
Los efectos nocivos del sodio (Na+) en los cultivos: el sodio inhibe la absorción del calcio a través de las raíces. También desplaza al calcio de la membrana celular. La permeabilidad y selectividad de la membrana se modifica. Hay una salida de solutos de las células radiculares y de K+, favoreciendo la absorción de los cloruros, el balance nutrimental se destruye, muchas actividades fisiológicas se inhiben y la calidad de las cosechas se reducen considerablemente.
Es importante mencionar que la salinidad en el agua de riego reduce la acumulación de nitratos (NO3-) debido al incremento en la concentración de cloruros en los tejidos.
El boro es un micronutriente esencial para las plantas, aunque su nivel alto en agua (>0.7 ppm) puede causar serios problemas de toxicidad y mermas en el rendimiento, afectando principalmente el peso de la fruta, en plantas sensibles al boro.
Las aguas duras, son aquellas con un alto contenido de calcio (>60 ppm), magnesio (>30 ppm), bicarbonatos (>150 ppm) y con pH alcalino (>7.5). El calcio y el magnesio del agua pueden combinarse con sulfatos y fosfatos de la solución nutritiva y formar precipitados insolubles (Ej.: el calcio forma carbonato de calcio), por lo que se recomienda lo siguiente:
Elegir fertilizantes de reacción ácida. En el caso de fuentes de fósforo (P), puede ser fosfato mono potásico (MKP), fosfato monoamónico (MAP) o ácido fosfórico y como fuente de potasio el nitrato de potasio de reacción ácida (Multi-KpHast). Así mismo se debe tener en cuenta el bajo contenido de metales pesados teniendo como referencia la línea de productos Haifa.
Inyectar ácido periódicamente en el sistema de riego para disolver precipitados, limpiar los goteros y tuberías.
Agregar fertilizantes de calcio y magnesio sólo de acuerdo con su concentración y tomando en cuenta los valores en el agua de riego.
Cuando se trata con aguas salinas, (CE >2.5 dS/m), con alta concentración de cloruros (>150 ppm), el agregado de fertilizantes (sales inorgánicas) aumenta la CE de la solución nutritiva que, dependiendo de la sensibilidad del cultivo, puede causar daños económicos por lo que se recomienda:
- Considerar la sensibilidad de los cultivos a la salinidad.
- Elegir fertilizantes de bajo índice salino.
- Regar por encima de la necesidad hídrica de la planta (fracción de lavado) para eliminar las sales de la zona radicular.
Las imágenes adjuntas muestran el efecto de la baja calidad del agua en el fertirriego, obturando goteros y filtros debido a la dureza y alcalinidad, afectando el riego y disponibilidad de nutrientes.